domingo, 8 de marzo de 2009

The House That Jack Built

A pesar de las cámaras de vigilancia,
me metí debajo de un río, con la certeza
que aquella mujer pez que
me había cerrado un ojo, era la mujer
con quien había soñado toda mi vida;
pero la mujer que te digo se escondía
detrás de las rocas haciendo
que yo me resbalara
dándome golpes en la cabeza;
así como los dioses hablan a los hombres,
las rocas me hablan pan pan, vino vino:
“una buena mujer
cuesta mucho hallarla”
y nadando y nadando, finalmente, llegué
donde nadie antes había llegado:
a la casa donde vivía el dueño del río;
con la típica rudeza
que se da en el fondo de las corrientes,
‘identifícate, canalla’,
¿no sabes que está prohibido
pescar en este río?
saqué entonces mi cédula identidad venezolana,
y aquel señor de los peces
se quedó como una piedra;
extendió su mano, no dijo nada,
yo extendí la mía,
‘mucho gusto’, y del apretón que me dio
casi mi reventó los dedos;
y para evitar más leseras,
a los pocos meses de vivir a patadas,
con la nueva pajera que tenía
me mudé a un lugar más tranquilo,
tuvimos una casa nueva,
el sol entraba por una ventanas
y se iba por un agujero,
como vivíamos debajo del agua,
era un sol evidentemente
de luz engañosa, pero en cada
habitación que había
gozábamos del cielo de agua caliente
que sólo se conoce en el Trópico.

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