lunes, 23 de agosto de 2010

De cómo pude poner un grito en el cielo

Para Isaías Peña Gutiérrez

Al comienzo de todo, después
de vomitar todos mis santos,
me hice partidario de la doctrina aristotélica,
que obliga a sus seguidores
a pensar del siguiente modo,
“si toco un vaso con mi dedo,

este vaso será un contendor
o de agua o de leche, o puede
que esté completamente vacío,
pero su esencia no se borra”.

así, me iba por los caminos,
predicando mi arrogancia,
“no hay separación del cuerpo
y del alma”, el caballo y el jinete
son la misma cosa, decía yo a la gente,
todo lo demás son puras pamplinas,
más de un tomate y huevo
me cayeron en la cabeza
al preguntar a la audiencia
las típicas preguntas
del circo romano: “¿qué fue primero,
el huevo o la gallina?”,
hasta que vino Galileo
y puso en orden las estrellas,
vio montañas en la luna,
y lo que es más fino de todo,
gracias a la invención del telescopio
yo mismo pude poner
un grito en el cielo.

miércoles, 11 de agosto de 2010

TODA LA CIUDAD

Toda ciudad está llena
de otras ciudades,
sus mercados se unen y confunden
con los mercados
de otras ciudades remotas,

casi todas las ciudades unidas
se iluminan a una misma hora,
prueba de esta gran ilusión
son las naves que se desplazan
por la orilla del Atlántico,
llevan columnas y capiteles
de otros tiempos de luces
recientemente descubiertos,

ciudades que antaño eran
imanes colosales;

en estas ciudades nacieron
pintores, poetas, sencillos albañiles;
pero yo he elegido una ciudad
secreta donde he de nacer,
no está en el centro o de París
o de Londres;
su cuerpo milagroso
que se extiende por la noche
que atravieso a través de un túnel,
bajo tierra y bajo mar, de un solo
viaje, y sin que tú lo quieras,
atravieso las montañas todas
suavemente nevadas,
ya estoy en Santiago de Chile.

¿QUÉ FUE PRIMERO?

¿Qué fue primero,
el espejo o la figura humana?
¿la piedra o el río?
¿el pobre o el rico?
¿el pez o el agua?
¿el gallo o el gallinero?
¿el temblor que hay en mi cuerpo
o la belleza de mi amada?

¿quién fue primero,
los imaginistas ingleses o Vicente Huidobro?

he llamado a los sabios
para que me lean estos enigmas

¿cuán lejos y cuán cerca
se ve la luna?
en noches quietas como estas,
las divinidades del cielo
no se ven, parecen muy ocupadas,

en una nave espacial
subiré a las galaxias,
si encuentro a Dios en alguna estrella
lo traeré, lo traeré a esta tierra

¿qué fue primero,
el espejo o la figura humana?

domingo, 15 de noviembre de 2009

De cómo la sociedad engorda





Desesperación y ruidos
hay en las agencias del gobierno,
los poetas de hoy se alejan
de la poesía
y a todo esto mi corazón,
no dice nada;
aumentan por todas partes
personas milagrosamente hinchadas,
los recién nacidos
vienen con piernas robustas;
hay que hacer algo, cada
mañana al levantarme
me mido el culo,
cada vez está más hinchado;
voy a la farmacia,
a la verdulería,
al supermercado,
visito a los entendidos,
nadie me da convincente respuesta
de cómo revolver estos males,
¿o me arranco de raíz mis dientes
o cambio la dieta de pan y agua
por una merienda de flores?
los poetas de hoy se alejan
de la poesía, todo el mundo engorda,
y a todo esto, mi corazón
no dice nada.

De las montañas calientes

De la deformación de la corteza de la tierra,
penacho todo de blanco, zapatos
del color de sus raíces,
las montañas se levantan de su silla,
abandonan el aire puro,
se van de viaje, quisieran
conocer otros ambientes más llanos
donde no haya prohibición de fumar,
ni de beber,
ni de fornicar libremente,
¿hay algo más placentero?

estas son las montañas que no profesan
religión alguna, que de tanto estar
pegadas al fondo de la tierra,
creen en todos los dioses,
como un solo río que el mar se los come,

montañas guerreras dicen que son,
antes de marcharse, dejan en el valle sus fusiles,
cada una dice ‘me voy’, y se van
y comienzan el divertido descenso, casi infinito,
de montañas que se descienden a sí mismas,
hasta que al final llegan
a la gran ciudad que habían soñado,
‘malditas bestias, dejadnos pasar, abrid los caminos’
se aproximan como camiones
que transportan camiones,
haciendo señas y dando gritos
atraviesan la línea del tren,
llegan al puente más estrecho
que no pueden pasar, rehacen el camino
girando todo al revés, diez
o quince kilómetros, y por fin,
en el cielo se ven sus manchas
como las huellas de un jaguar, las estrellas
son sus guías, ‘esta ha de ser la ciudad donde vamos’;
y para que las montañas pasen,
se abren los montes, se ensanchan los caminos,
carros, tranvías, automóviles,
todo se detiene;
majestuosas, con su túnica blanca de nieve,
con su real penacho, entran a un bar
las montañas libertarias se sientan
en torno a una mesa, piernas inmensas,
deformación de la corteza de la tierra,
destruyen todas las sillas,
el mesonero les niega un vaso de vino;
qué noche, dios mío, a pesar del perfume
y del aire puro que traen, en estas noches
frías que bajan con la nieve de Rusia,
con estas montañas calientes
nadie quiere irse a la cama.

Ahí está el gran Quevedo

Cuando pienso y veo, que está
junto a mí, casi siento el calorcito
de su sangre que baja y sube
de los pies al corazón,
por encargo del demonio, se presenta
se esfuma, se desvía, se hace mil pedazos,
como si nunca hubiese existido

y aunque no es un río que se aleja,
sin embargo se aleja como un río,
creo que no se da cuenta
cuánto daño me hace,
y como soy un hombre del siglo XXI,
duro y sin elegancia, divo
para los viajes por el mundo,
para hacer nada de la nada extiendo mis manos,
creo un espacio delgado y fino;
y en esto, en nada imito al gran Quevedo,
qué armonía, qué belleza,
donde dicen que el amor se esconde
como un niño, veo que abrazo el aire.