jueves, 29 de mayo de 2008

Mirando la foto del padre

Estando todavía tendido en el horizonte,
padre mío, sin que nadie se diera cuenta
me he metido de cabeza por tus pies,
me he llenado de pan y huevo,
de patatas y ensaladas con tomate,
y así embetunado hasta las orejas,
embutido en tu pecho, bien ajustado en tus brazos,
toda mi cabeza ha tomado la forma de tu cabeza,
mirando esta emblemática fotografía
tomada a dos pasos del vivero de langosta,
me doy cuenta cómo he desaparecido,
quien se mira al espejo
para certificar que no estoy soñando,
eres tú, padre mío; miro tu nariz, es igual a mi nariz,
mis orejas son tus orejas,
el modo de llevar el abrigo, las gafas oscuras,
es igual al estilo de mi abrigo y mis gafas;
por lo visto, por más de treinta años
estás dentro de esta bolsa con la ropa mía,
con todos tus huesitos, uno por uno, intactos,
tú, con arrugas, yo, por acá, con mis quebrantos.

martes, 13 de mayo de 2008

Video de Eduardo

Pitágoras

Filósofo y matemático, y más que eso:
mi amigo personal; no vive más lejos de esta casa,
la casa de los Embry es su casa;
con tenida bien planchada
se le puede ver en los desfiles,
en las festividades de los monarcas,
y para el año nuevo,
luce mejor, todo un caballero, de la cabeza a los pies;
para celebrar el día
de la independencia nacional, saca ropa
nueva, lo mismo si hubiese recibido invitación
para el casamiento de algún vecino, lleva camisa blanca
y corbata llena de flores,
ese es mi amigo Pitágoras,
no me influye en nada, sólo sé que su nombre
suena bien; se dice – a mí no me consta,
por su aversión a la tiranía
fue condenado al exilio en Samos –siendo esto tan
importante para la poesía - el mismo no lo cuenta,
parece que no le agrada mucho este tema;
ahí viene, se balancea al andar;
si éste fuera el mismo que
en el año 530 a. C. fundara en Italia
el pita, pita, pitagorismo:
la primera doctrina de los vegetarianos,
de los obedientes monjes guardianes del silencio,
del alma como una cuestión etérea
que pasa de un cuerpo a otro cuerpo; del árbol
a la montaña, y de la montaña florida
baja cantando por los ríos que van a dar a la mar, allí donde todo se queda quieto,
este sería mi amigo Pitágoras;
que después de una cuantas copas,
me dice que yo soy él y que él soy yo,
va y viene en el tiempo, y no es por nada,
se cree el padre de la ciencia ficción,
y cuando se siente mal, pero muy mal, por exceso de copas, se pone a cantar
el teorema de la hipotenusa;
¿quién le habrá puesto a mi amigo Pitágoras
un nombre tan sonoro?

Mandaré cartas al rey

Unos eran de Rengo, otros de Isla Grande,
y la novia que yo tenía
venía de Puerto Montt;
entonces me decía: “cuando yo entre
a estos sagrados verdes lugares,
haré lo que hizo Colón, con la cruz de mi espada por delante
hundiré mis rodillas en arenas muy duras;
mandaré cartas al rey,
le contaré que el hombre que yo amo
todavía no ha nacido;
para que el viento disperse
mis letras, firmaré en el aire mis cartas
y de cada letra
que yo escriba nacerá una flor;

aunque muchos me critiquen, ‘ahí va el hidalgo guerrero’,
“eh, ¿caballero, dónde vais?”
sabiendo que después de este mundo
no hay otro, yo también cartas mandaré al rey,
párrafo por párrafo le explicaré:
hundiré mi cabeza en bellos montes de vuestra merced,
en esta caja, en este anillo, en este sitio,
con la flor más hermosa
haré mi jardín de estos reinos,
y los frutos que aquí cultive
serán de oro y serán de plata.

Cerro Cordillera se levanta en medio de un gran incendio

El cerro Cordillera donde vivo
se ha levantado por encima de la cabeza de todos,
“allá viene volando”, puedo ver el hueco
que dejan sus raíces al levantarse,
y con el polvo que echa
miren cómo enharina los tejados vecinos;

ahí viene tirando trastos, cacerolas,
escaleras sin piernas,
como en un salón de magia
están cayendo también bicicletas viejas,
y mientras vuela, las copas de celebrar
magno acontecimiento, sobre las mesas se equilibran,
ay, cuidado con la cabeza,
vamos a pasar por debajo de un puente,
felizmente ya hemos pasado;
[encerrada en el asilo, mi tía se persigna,
hace oír su disidencia: “es maldición del cielo
dejar que los montes
vuelen como pájaros”]
miro hacia atrás, que es lo mismo
si echara los pies hacia adelante,
ay, mejor no haberlo mirado,
con látigos de acero
en procesiones piadosas la gente
se está dando golpes en las nalgas.

Pobrecitos los poetas del barroco

Pobrecitos los poetas del barroco
Yo, chilenito, latinoamericano, por temor a que me agarren
de una pierna, me aparté
del demonio y de sus encantos terribles;
pero no me distancié de sus brazos;
convertí
el vino en agua, y el agua
en humito blanco,
y para saludar a mi amada
en sus cumpleaños transformé piedras
en encendedores para iluminar mis cigarrillos;
eso es lo que pasa con los nuevos barredores
de Europa, en estas frías tierras lluviosas
vemos el trópico en las esquinas;
en los más antiguos bancos,
los edificios de columnas romanas
de Lima o Buenos Aires;
pobrecitos los poetas del barroco: aquí todo está muy claro,
se pincha un botón en el centro de Londres
y del apagón que resulta
repercute en la ciudad de Punta Arenas
donde tengo una flor;
no hay barcos que puedan atravesar la cordillera,
ni dador de saltos en el desierto;
de lo que hoy he aprendido, resalta la palabra ‘cuchara;’
antes que el río deje de ser amable lecho rosas,
después de limpiar transparentes oficinas de vidrios,
pacientemente hago un nido calientito
donde me zambullo para encontrarme contigo.

Del siglo de oro para atrás

Sabiendo que no se sabe nada
del siglo de oro para atrás
sólo puedo soñarlo
como un pez de colores
en una página iluminada;
una estrella nueva por aquí,
por encima de mi cabeza,
a mil millas por segundo, un cometa;
esto es lo que se veía detrás del trono
de Juan II de Castilla, y todavía temblando
por mi visiones, oigo una voz
‘chico, tú eres como un semidiós’,
qué ridiculez, me digo; la voz insiste:
‘no contradigas a tu pluma’,
dentro de la biblioteca me siento en casa,
soy un pez feliz junto a su paraguas,
dentro de una pecera un gran caballero,
cuando el rey se tomaba la cabeza a dos manos,
la telefonía móvil me trae un aviso,
‘hijo, te espero en casa, la cena está preparada’,
doy un salto de pez que abandona su pecera,
dejo los libros encima del escritorio,
bajo corriendo las escaleras del edificio,
se me caen las gafas,
quito el candado de mi bicicleta,
y para no tocar suave como una pluma,
ciego y sin nada, atravieso volando
el cementerio oscuro,
al salir a la avenida, ya veo la casa
toda iluminada.

Ejemplo de clerecía

Iba andando con él, subía las escaleras
de mi castillo, allí donde me esperaba
una lámpara encendida, lo llevaba
bajo el brazo, así como suelen llevarse
los libros; de repente, se desliza, cae
dando botes por la escalera,
suena verdaderamente como un cristiano
que baja dándose golpes en la cabeza
hasta llegar al primer escalón,
en la oscuridad desaparece,

desciendo de dos en dos,
casi no toco el suelo, corro desesperadamente
en su auxilio,
en la oscuridad lo hallo tendido
de lomo, mirándome con sus
páginas abiertas,
afortunadamente, el contenido
de sus párrafos – a pesar del gran porrazo –
no cambia para nada; ninguna letra se desbarata,
lo que una vez se imprime en un libro
nunca más se borra.

Volcanes de toda Sudamérica al infierno

Quisiera aprovechar esta estupenda tarde de Julio
para iniciar una limpieza a fondo
de la cordillera de los Andes, de la cordillera de la Costa, y
de aquellas sierras que bajan y se esconden en el mar,
aparatando primero, los cerros de los montes,
los montes de las montañas,
y las montañas de los volcanes
todos bien ordenados - cada uno con su respectivo nombre
colgándole del cuello:
cerros con cerros, en racimos, montes con montes,
montañas con montañas; volcanes y volcanes
de toda Sudamérica;


quizá ustedes se estarán preguntando
¿y para qué tanto alboroto?


todos así, muy bien ordenados, como en el patio
de una escuela en el primer día de clases,
– en un operativo semisalvaje –
arrancaría de raíces todos los malditos volcanes,
fueran éstos volcanes que se hacen la mosca muerta
–aquellos que juran
nunca haber hecho ni siquiera un temblorcito de tierra,
y también aquellos, los más furibundos, que lanzando fuego y ceniza
aterrorizan con bárbaros terremotos a poblaciones enteras –
a estos malos elementos,
sin contemplación alguna,
los mandaría a todos encadenados al infierno.