martes, 13 de mayo de 2008

Mandaré cartas al rey

Unos eran de Rengo, otros de Isla Grande,
y la novia que yo tenía
venía de Puerto Montt;
entonces me decía: “cuando yo entre
a estos sagrados verdes lugares,
haré lo que hizo Colón, con la cruz de mi espada por delante
hundiré mis rodillas en arenas muy duras;
mandaré cartas al rey,
le contaré que el hombre que yo amo
todavía no ha nacido;
para que el viento disperse
mis letras, firmaré en el aire mis cartas
y de cada letra
que yo escriba nacerá una flor;

aunque muchos me critiquen, ‘ahí va el hidalgo guerrero’,
“eh, ¿caballero, dónde vais?”
sabiendo que después de este mundo
no hay otro, yo también cartas mandaré al rey,
párrafo por párrafo le explicaré:
hundiré mi cabeza en bellos montes de vuestra merced,
en esta caja, en este anillo, en este sitio,
con la flor más hermosa
haré mi jardín de estos reinos,
y los frutos que aquí cultive
serán de oro y serán de plata.

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