martes, 13 de mayo de 2008

Ejemplo de clerecía

Iba andando con él, subía las escaleras
de mi castillo, allí donde me esperaba
una lámpara encendida, lo llevaba
bajo el brazo, así como suelen llevarse
los libros; de repente, se desliza, cae
dando botes por la escalera,
suena verdaderamente como un cristiano
que baja dándose golpes en la cabeza
hasta llegar al primer escalón,
en la oscuridad desaparece,

desciendo de dos en dos,
casi no toco el suelo, corro desesperadamente
en su auxilio,
en la oscuridad lo hallo tendido
de lomo, mirándome con sus
páginas abiertas,
afortunadamente, el contenido
de sus párrafos – a pesar del gran porrazo –
no cambia para nada; ninguna letra se desbarata,
lo que una vez se imprime en un libro
nunca más se borra.

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