Cuando pienso y veo, que está
junto a mí, casi siento el calorcito
de su sangre que baja y sube
de los pies al corazón,
por encargo del demonio, se presenta
se esfuma, se desvía, se hace mil pedazos,
como si nunca hubiese existido
y aunque no es un río que se aleja,
sin embargo se aleja como un río,
creo que no se da cuenta
cuánto daño me hace,
y como soy un hombre del siglo XXI,
duro y sin elegancia, divo
para los viajes por el mundo,
para hacer nada de la nada extiendo mis manos,
creo un espacio delgado y fino;
y en esto, en nada imito al gran Quevedo,
qué armonía, qué belleza,
donde dicen que el amor se esconde
como un niño, veo que abrazo el aire.
domingo, 15 de noviembre de 2009
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