domingo, 15 de noviembre de 2009

De cómo la sociedad engorda





Desesperación y ruidos
hay en las agencias del gobierno,
los poetas de hoy se alejan
de la poesía
y a todo esto mi corazón,
no dice nada;
aumentan por todas partes
personas milagrosamente hinchadas,
los recién nacidos
vienen con piernas robustas;
hay que hacer algo, cada
mañana al levantarme
me mido el culo,
cada vez está más hinchado;
voy a la farmacia,
a la verdulería,
al supermercado,
visito a los entendidos,
nadie me da convincente respuesta
de cómo revolver estos males,
¿o me arranco de raíz mis dientes
o cambio la dieta de pan y agua
por una merienda de flores?
los poetas de hoy se alejan
de la poesía, todo el mundo engorda,
y a todo esto, mi corazón
no dice nada.

De las montañas calientes

De la deformación de la corteza de la tierra,
penacho todo de blanco, zapatos
del color de sus raíces,
las montañas se levantan de su silla,
abandonan el aire puro,
se van de viaje, quisieran
conocer otros ambientes más llanos
donde no haya prohibición de fumar,
ni de beber,
ni de fornicar libremente,
¿hay algo más placentero?

estas son las montañas que no profesan
religión alguna, que de tanto estar
pegadas al fondo de la tierra,
creen en todos los dioses,
como un solo río que el mar se los come,

montañas guerreras dicen que son,
antes de marcharse, dejan en el valle sus fusiles,
cada una dice ‘me voy’, y se van
y comienzan el divertido descenso, casi infinito,
de montañas que se descienden a sí mismas,
hasta que al final llegan
a la gran ciudad que habían soñado,
‘malditas bestias, dejadnos pasar, abrid los caminos’
se aproximan como camiones
que transportan camiones,
haciendo señas y dando gritos
atraviesan la línea del tren,
llegan al puente más estrecho
que no pueden pasar, rehacen el camino
girando todo al revés, diez
o quince kilómetros, y por fin,
en el cielo se ven sus manchas
como las huellas de un jaguar, las estrellas
son sus guías, ‘esta ha de ser la ciudad donde vamos’;
y para que las montañas pasen,
se abren los montes, se ensanchan los caminos,
carros, tranvías, automóviles,
todo se detiene;
majestuosas, con su túnica blanca de nieve,
con su real penacho, entran a un bar
las montañas libertarias se sientan
en torno a una mesa, piernas inmensas,
deformación de la corteza de la tierra,
destruyen todas las sillas,
el mesonero les niega un vaso de vino;
qué noche, dios mío, a pesar del perfume
y del aire puro que traen, en estas noches
frías que bajan con la nieve de Rusia,
con estas montañas calientes
nadie quiere irse a la cama.

Ahí está el gran Quevedo

Cuando pienso y veo, que está
junto a mí, casi siento el calorcito
de su sangre que baja y sube
de los pies al corazón,
por encargo del demonio, se presenta
se esfuma, se desvía, se hace mil pedazos,
como si nunca hubiese existido

y aunque no es un río que se aleja,
sin embargo se aleja como un río,
creo que no se da cuenta
cuánto daño me hace,
y como soy un hombre del siglo XXI,
duro y sin elegancia, divo
para los viajes por el mundo,
para hacer nada de la nada extiendo mis manos,
creo un espacio delgado y fino;
y en esto, en nada imito al gran Quevedo,
qué armonía, qué belleza,
donde dicen que el amor se esconde
como un niño, veo que abrazo el aire.

Bono para pensionados

Esto de ser poeta y pensionado,
todo a una vez, no suena bien
en poesía, ni en las instrucciones
que vienen con el formulario que debo rellenar
para que el gobierno de este país
me mande un bono gratis
para pagar la cuenta del gas;

que de dónde vengo,
o que si tengo o no tengo amores;
en estos casilleros para rellenar
no hay espacio
para el sonido de mis palabras,
que si el mes recién pasado
la amante que tenía
se marchó con la luz y el gas
que me daban un poco más de vida,
a la agencia del desempleo no le importa este asunto;
siento la frialdad hasta los huesos,
no como una crisis,
más bien como un derecho
que nunca debiera reclamar,
porque todo se nos otorga gratuitamente
¿qué debo hacer, por ejemplo,
si la amante que tenía,
calorcito del gas y luz de mi vida,
le vinieran ganas de regresar a casa?
otra vez, el sonido de las palabras,
toda la poesía lírica del mundo, se borran;
las instrucciones que vienen
con este formulario para rellenar
tampoco dicen nada.
.

Del cielo bajó un soplo

En el paraíso terrenal
un árbol dice a otro árbol
‘ya no confío en ti’,
y como todo en este mundo parece y no parece
estar bien enchufado, algunos dicen
en perfecto equilibrio,
los bosques se confunden,
los pájaros que anidan,
con un estampido de revólver
desaparecen de las ramas,
las hojas se sacuden,
botan el agua que les sobra,
se incendian los castillos,
los índices del mercado suben y bajan,
como si la marea se hubiese vuelto loca,
a todo este cuento
me voy preguntado qué dicen las hormigas,
qué cuentan las arañas;
en pijama los banqueros
llevan los billetes en canasta,
van, casa por casa, nadie los atiende,
el agua entre las manos llenas,
las manos en los desiertos,
no hay clorofila en ninguna parte,
ni las moscas tienen combustible
para levantar el vuelo;
las hojas sacuden los otoños
nunca jamás soñados,
y cuando una taza de café en el café
pensaba y pensaba que todo
este mundo de hojas y billetes
se derrumbaba en mil pedazos,
bajó del cielo el demonio
y de un soplo
otra vez echó a caminar
el negocio infinito
del infierno en esta tierra.

Ando por tierra firme

Lleno de ramas y hojas verdes,
me voy preguntando
por la palabra, la emoción,
el verbo, por la frase completa
que corte la flor con la mano,
tabla de salvación del discurso,
una cuerda floja
en medio del océano,
un día que ya no es hoy, o
mañana, o cuando usted disponga,
cuando un puñado de arena y sin agua,
incrédulo como antes, después
de ahora, en nada disperso en
este mundo, todas las fuerzas
sobre la mujer que amo
ahora y mañana,
todo el oro del mundo
en sus ojos marrones,
detengo la musiquilla de mis versos,
libero sus cabellos, hago que los
juegos comunes del demonio
me lleven a su boca, navego,
en tres maderos como conquistador en desgracia,
enfrento enfurecido los temporales,
la tierra se vuelca, los edificios de cabeza
me miran desde arriba;
un día que puede ser hoy, o que sea
mañana, o cuando usted disponga,
ante toda duda y convicciones,
"arriba", grito por el Arsenal F.C., con
su juego límpido o geométrico
no doy solución a nada, simplemente,
como ahora, mañana desembarco;
para que suenen nítidamente mis zapatos,
ando por tierra firme, oculto
el tesoro que llevo,
me han dicho que escapa como
un pajaro de cien alas volando
no le cuento a nadie,tengo
una esperanza nueva.

Para defender la pureza de los océanos

Yo era un pecador, señor mío, un perdido que erraba
por el mundo, hasta que vino la luz
y tocó mi cuerpo deforme; explico:
una luz como un martillazo en mis dedos,
una luz como una campana ausente
que mañana tocaremos con ese martillo,
una luz como un rayo envuelto en palabras:
“enano, sal de tu cueva, no metas tu cabeza
bajo tierra: ven a defender
los mares y los peces que lo habitan”,

y así no más ha sido, tal como se me ordenaba,
contra oleajes malditos,
me he puesto el uniforme azul del ejército
de salvación y con los cañones transparentes que llevaba,
me voy a la guerra, me voy,
y a la novia que no tengo le ofrecía,
como en tiempos de locos caballeros,
mis triunfos y también mis derrotas.